¿Qué es el amor? Es una pregunta que tiene múltiples respuestas, pero cada quien otorga a esta sencilla palabra la interpretación que más sea acorde a la realidad: el amor a Dios, al trabajo, a la familia, al cónyuge, a los hijos, a la vida, a uno mismo..
Si es cierto que cada persona brinda su propio concepto del amor, sería interesante dar un breve repaso a través de una de las manifestaciones del arte que ha enamorado a millones de personas desde hace más de 100 años: el cine, imágenes en movimiento que han plasmado diferentes historias que tienen en común denominador un trasfondo sentimental, narrado sin importar el género, ni nacionalidad ni la temática.
La historia nos dice que, a inicios del siglo XX, nombres como Charlie Chaplin, Harold Lloyd, Buster Keaton, Mary Pickford, entre otros, trabajaron arduamente hacia el motor que los impulsaba, lejos de todo interés comercial: su amor por la naciente industria cinematográfica, lo cual es palpable al día de hoy en que nombres como el de Chaplin continúan siendo homenajeados debido a sus valiosas contribuciones.
Conforme la industria iba agarrando forma y se colocaba entre las preferencias del público, surgieron otros nombres que enamoraron a la audiencia gracias a los personajes que interpretaron en la pantalla, y es aquí cuando surge el concepto dioses/diosas.
En el ámbito internacional, enamoraron al público personalidades de la talla de Greta Garbo, Rudolf Valentino, Jean Harlow, Clark Gable, Joan Crawford, John Garfield, Lana Turner, Jean Gabin, Sophia Loren, Tom Cruise, Mel Gibson, Michelle Pfeiffer, Monica Bellucci, entre otros. Pero sin lugar a dudas, la máxima diosa es Marilyn Monroe, actriz y cantante cuyo porte, gracia y belleza atemporal la convirtieron en el sueño imposible de muchos cinéfilos. Pero como toda bella historia de amor, la vida de Marilyn tuvo su lado agridulce, pues el ser amada por millones de fanáticos no le garantizó una vida personal exenta de turbulentas pasiones. Ahora bien, toca el turno de recordar aquellas películas clásicas en las que el amor es el tema principal, ya sea que triunfe, como en Lo que el viento se llevó (dirigida por Victor Fleming en 1939), o que no logre los resultados deseados, como en Casablanca (director Michael Curtiz, 1943), o Titanic (dirección de James Cameron, 1997), pasando por elegantes historias amorosas como Breve encuentro (director David Lean, 1946), Deseando amar (director Wong Kar Wai, 2000), o Doctor Zhivago (dirección de David Lean, 1965).
Aunque no todo es el amor hacia una persona, pues también está el amor por los talentos propios combinado con la gratitud, como en El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987); el amor de un maestro por sus alumnos al estilo de Adiós, Mr. Chips (Herbert Ross, 1969); el amor por los amigos a pesar de los peligros de la guerra, palpable en películas como Julia (Fred Zinnemann, 1977); incluso homenajes cargados de sentimiento que el cine se ha hecho a sí mismo, como en Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988) o El Majestic (Frank Darabont, 2001).
No se puede concluir este artículo sin mencionar aquellas películas oscuras, pero con trasfondo romántico, que retrataron personajes que, a pesar de resultar insanos, en el fondo tenían sentimientos. Como el psiquiatra y caníbal Hannibal Lecter, que estaba enamorado de la detective Clarice Starling en El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991); Erika Kohut, la perfeccionista maestra de piano obsesionada con la perfección y con un profundo problema de represión e identidad en La Pianista (Michael Haneke, 2001); o Eugenia, la liberal mujer que no tiene temor de amar a ningún miembro de su familia en La historia de Piera (Marco Ferreri, 1983).
El cine da tanto material que se podría continuar elaborando una lista aún más grande de personalidades, historias y temáticas, con lo que se concluye que es un arte que a pesar de tener más de 100 años de existencia, continúa, no se le ha hecho sombra y parece no tener fin, siempre que existan historias qué contar y, sobre todo, mientras haya personas enamoradas del maravilloso séptimo arte que continúen trabajando con mucho esfuerzo para mantener viva esta industria.
*Articulo publicado en el ejemplar número 17, febrero 2012