En septiembre, la comunidad del Tecnológico de Monterrey conmemora la vida y obra de Don Eugenio Garza Sada, un hombre que, a través del ejercicio implacable de sus ideales impactó de manera tangible el curso de los Siglos XX y XXI en México.
Don Eugenio nació el 11 de enero de 1892, en una era de cambio político, económico y social impulsada por Porfirio Díaz. Bajo la tutela de su padre, el empresario Isaac Garza Garza, comenzó a desarrollar la visión industrialista que lo caracterizaría en el futuro. Realizó sus estudios tempranos en escuelas religiosas y procedió a cursar la preparatoria en una escuela militar estadounidense. Continuó con su educación universitaria en el Massachusetts Institute of Technology, MIT, titulándose de ingeniero civil. Bajo la tutela de estas instituciones, Don Eugenio Garza Sada no sólo adquirió hábitos de disciplina y rigor científico, el contacto con académicos progresistas lo llevó a ver la importancia de la educación como herramienta de desarrollo.
Con este ideal en mente regresó a México en 1917 y comenzó su carrera en un puesto humilde en la segunda iteración de la Cervecería Cuauhtémoc (la primera, desafortunadamente, no había sobrevivido las inclemencias del clima y el daño colateral de la Revolución de 1910).
De manera paulatina, ascendió en cargos y responsabilidades gracias al éxito de sus iniciativas. La implementación del proceso de carbonización en sus bebidas, la modernización de empaques, la diversificación de productos y la manufactura interna de insumos resultaron en un crecimiento que culminaría con la creación del Grupo Valores Industriales, S. A., conglomerado que reunía a las más de diez empresas que se habían formado en torno a la cervecería original. Bajo su liderazgo como presidente, las compañías fueron más allá de la innovación tecnológica y lograron marcar nuevas pautas en el manejo de capital humano. Las empresas proveían niveles de prestaciones con pocos precedentes en México, otorgando seguros de gastos médicos y reduciendo la jornada laboral de doce a nueve horas diarias. Todo ello fue, sin duda, producto de haber atestiguado las consecuencias de las injusticias de principios de siglo. Estas acciones brindaron al grupo un cuerpo de trabajadores leal y en gran medida satisfecho que contribuiría a alcanzar la prominencia nacional.
Entre sus logros sociales destaca la fundación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey el 6 de septiembre de 1943. Fundado bajo el nombre Enseñanza e Investigación Superior, A. C., con 350 alumnos y un pequeño grupo de profesores, el Instituto se dio a la tarea de formar profesionistas para satisfacer la demanda de la industria local sin tener que recurrir a agentes extranjeros. Desde sus inicios, su consejo directivo fue liderado por Garza Sada quien se involucró de forma personal en sus operaciones. Este cuidado inicial llevaría a la institución a convertirse en una de las escuelas más prestigiosas de América Latina, gozando actualmente de más de 90 mil alumnos y de un nivel académico reconocido internacionalmente.
Pese a todos sus logros, el empresario contaba también con detractores. En la mañana del 17 de septiembre de 1973, Garza Sada fue asesinado durante un intento de secuestro perpetrado por la Liga Comunista 23 de Septiembre. Su funeral fue atendido por más de 50 mil personas, incluyendo al entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez. Alrededor de 160 mil trabajadores observaron un duelo en su honor.
Considerando lo anterior, cabe decir que el legado de Don Eugenio Garza Sada va más allá de lo material. El hombre, ciudadano de dos épocas diferentes de la historia de México, impulsó incesantemente la modernización de elementos que facilitarían la transición de la nación agrícola de 1900 a la industrial de mediados de siglo. Como lo demuestra su muerte prematura, es indudable que no toda la población compartía su visión; sin embargo, es altamente probable que en su ausencia las fuertes tendencias progresistas que caracterizaron el ascenso de la región no hubieran ocurrido.
Eugenio Garza Sada, como persona, industrialista y símbolo, ayudó a crear un país mejor preparado para los retos que le esperaban en el futuro.
*Artículo publicado en el ejemplar #43, septiembre 2013