Situémonos en el año de 1862. Sigmund Freud tenía 6 años; Leon Tolstoi inicia la publicación de la novela Guerra y Paz; Víctor Hugo lleva a la luz su obra Los miserables; Dominique Ingres pinta el cuadro titulado El baño turco; Louis Pasteur descubre las bacterias anaerobias y la elección de Abraham Lincoln desata la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, a un año de haber sido proclamada la abolición de la esclavitud. Es en este tiempo de cambios importantes cuando nace en la entonces capital del arte, Viena, quien sacudirá los pilares estéticos y sociales de la época.
Gustav Klimt nace en Austria, en el seno de una familia pobre, formada por cuatro hermanas y dos hermanos, un padre grabador de oro y una madre con aspiraciones truncadas de ser cantante. Una de sus hermanas muere a la edad de 5 años, así que la angustia y depresión por esa pérdida y las precarias condiciones de vida afectan la vida de Gustave, quien después pierde también a su padre, por un derrame cerebral, y a su hermano.
Klimt crece rodeado de la tristeza de su madre y sus hermanas, entre grabados de oro, retazos multiformes de la costura de una de sus hermanas y estampas japonesas, de donde toma sus principales influencias, mismas que lo llevarán a fundir iconografías y simbolismos en sus pinturas, asi como a mezclar estilos y colores de maneras no acostumbradas. Mientras sus contemporáneos optan por imprimaturas basadas en temas clásicos de literatura y teatro, Gustav Klimt decide crear imágenes que no necesitaban depender de otras historias para subsistir, vivían por sí mismas comunicándose en la metáfora vibrante con un espectador curioso. Muchas historias comienzan o terminan con un beso, y es así como de manera fortuita podemos apreciar la famosa escena del pintor, en la que en una superficie de 1.80 x 1.80 metros aparece un hombre coronado con una fresca guirlanda, vestido con relumbrantes túnicas, sobre una alfombra de flores besando a una mujer en medio de un tórrido abrazo, rodeados de brillantes puntos de tonos dorados. Nadie sabe si apenas la mujer será besada, o si tal vez este beso es fin o parte de un episodio amoroso. Sin embargo, al observar la calidez con que descansan sus parpados, los labios sin abrir para pronunciar palabras, una mano suave sobre otra que se perfila poderosa, pero gentil, en la fémina mejilla, podemos sentir, como si estuviéramos apenas ahí, sin hacer ruido, el placer con el que se entregan los amantes. Gustav Klimt desafía con sus temas y expone el auge de la burguesía europea, documentando sáficas costumbres, como el tema de su obra “Las amigas” (1916 – 1917), donde afronta explícitamente el entonces tan escabroso tema. En “Vida y muerte” (1908 – 1911), Klimt retoma el beso y logra otra composición llena de simbolismo: la muerte pintada en colores fríos en oposición a los cálidos tonos del grupo de hombres que representa la alegría. El himno y el amor que vencen a la muerte.
La obra “Retrato de Adele Bloch-Bauer” (1907) forma parte de su período de oro, en donde aparece la mujer con un vestido intensamente decorado que se funde con el sillón en el que está sentada, como si fuera una capa, perdidos en la inmensidad dorada del fondo. Sus obras fueron observadas por el grupo de artistas del grupo El Jinete Azul, liderados por Wassily Kandinsky, quienes veían en Klimt una anticipación de sus investigaciones poéticas y los primeros trazos abstractos. Este año de 2012, en Austria y el mundo entero se celebra el 150 aniversario del nacimiento Gustav Klimt, uno de los más importantes exponentes de la pintura modernista.
Su obra más conocida: “El beso”, puede ser apreciada en los festejos de este aniversario en el hermoso Palacio de Belvedere, en Viena, edificio construido por el príncipe Eugenio de Saboya como residencia de verano en el sitio que en aquel entonces estaban las puertas de la ciudad. El Palacio de Belvedere alberga actualmente el arte austriaco, desde la época medieval hasta el presente.
Ligas de para accesar a los museos donde ese encuentran las obras de Gustav Klimt: www.belvedere.at; www.secession.at ; www.khm.at; www.burgtheater.at; www.mak.at
*Articulo publicado en el ejemplar número 24, julio 2012