El filósofo Arthur Schopenhauer (Dánzing 1788-Frankfurt 1860) define al amor sexual como “el tema central de todas las obras dramáticas, las trágicas como las cómicas, las románticas como las clásicas, las hindúes como las europeas[…] es la materia de la gran mayoría de los poemas líricos”1 , es decir, tanto en la época del filósofo como hoy en día, el tema del amor sexual es “el pan de cada día”, y su propagación es aún mayor: lo vemos tanto en los medios de comunicación (la televisión, la radio, la prensa) como en los cines etc. Sin embargo, el filósofo no da una perspectiva alentadora sobre dicho tema, no elogia al amor: “pues todo enamoramiento [… ] Tiene su único origen en el instinto sexual e incluso no es más que un instinto sexual determinado, especializado e individualizado”2 , es decir, el enamoramiento viene a ser un impulso sexual que es propio de cada individuo, no es ideal, ante las vestimentas de las que se le quiera disfrazar, no cabe duda que se da toda la gama de sentimentalismos típicos del enamoramiento, pero en el fondo es sexual. Ante las objeciones sobre que el amor sexual pueda presentar ya sea de parte de los poetas o de los escritores que elogien el amor, el filósofo responde que “la menor aprobación he de esperarla de aquellos que están dominados ellos mismos por la pasión, e intentan […] expresar sus exaltados sentimientos con las imágenes más sublimes y etéreas: a ellos mi visión les parecerá demasiado física, demasiado material”3 . Por lo tanto, el enamoramiento es material, es un impulso sexual, en donde se tiene de trasfondo la consumación de ese enamoramiento en el acto carnal. Así, tenemos que el impulso sexual “junto al amor a la vida se muestra como el más enérgico y activo de todos los impulsos, […] es el fin último de casi toda aspiración humana”4 .
Tenemos entonces que el enamoramiento es un impulso sexual y que está presente en distintas obras que el filósofo ya mencionó, pero “el verdadero fin de todo romance amoroso, aunque desconocido para sus protagonistas, es que se engendre un hijo determinado”5 , por consiguiente “el fin último de todo comercio amoroso […] es nada menos que la composición de la próxima generación. Con ese [...] comercio amoroso se determina aquí la existencia y naturaleza de los personajes del drama que entrarán en escena cuando nosotros salgamos de ella”6 Aquí se afirma lo antes dicho, que no es sino por la voluntad de la especie por medio de la voluntad individual como la Voluntad schopenhaueriana se manifiesta, porque dicha Voluntad se presenta en todos los niveles físicos del viviente y en las ideas, la Voluntad es la única realidad; por lo que la idea de enamoramiento es la idea como modelo de objetivación de la Voluntad, la especie es el objeto de cómo se manifiesta la Voluntad, por lo que el hombre es sujeto de los impulsos sexuales que su especie le exige, por lo tanto, tenemos una conformidad de la Naturaleza y de la especie en el que se da una conservación y de la conservación es como se da el engaño al individuo.
Hasta este punto hemos visto brevemente en lo que consiste tanto el impulso sexual como la finalidad del impulso sexual: la de la permanencia de la especie por medio de la Voluntad; por lo tanto, el impulso sexual y la Voluntad de la especie actúan en el individuo como “lo que aparece en la conciencia como impulso sexual dirigido hacia un individuo determinado (la consumación carnal hacia el sexo opuesto), es la voluntad de vivir en sí misma pero configurada en un individuo concreto”7 es decir, el hombre, mediante su impulso sexual, busca la permanencia de la especie mediante la búsqueda consciente de una pareja. En consecuencia, la individualidad y el egoísmo son importantes en el momento de seguir el impulso sexual, porque dependiendo de la individualidad es como las ideas sobre el amante son establecidas de manera subjetiva, esto es, a partir de la individualización exclusiva de la reciprocidad de los amantes es el grado de la inclinación amorosa por cierto individuo: “según el grado será más poderoso cuanto más individualizado este […] cuanto más apropiado sea en exclusiva el individuo amado en virtud de todos sus aspectos y cualidades, para satisfacer el deseo y la necesidad que su propia individualidad establece en el amante”8 .
Todo lo dicho anteriormente nos remite a un concepto más abarcador en el individuo: el instinto. El filósofo lo describe como “un actuar que parece conforme a un fin pero que carece de él”9 , de ahí que el instinto sea el causante de que guíe al hombre “a la perfección de la especie”10, para que se dé dicha perfección, la voluntad del hombre “elige para su satisfacción sexual a una mujer de determinada índole individualmente adecuada a él”11, por lo tanto, en el concepto de instinto, Schopenhauer resume todo el motivo de su obra, porque “como en todos los instintos, la verdad adopta la forma de la ilusión a fin de actuar en la voluntad”12, la Voluntad es la que se encarga de darle al hombre esa ilusión de enamoramiento, en donde claro, si hay sentimientos, pero sólo porque así lo quiere la Voluntad. “Una ilusión […] es la que hace creer al hombre que en los brazos de una belleza acorde a él encontrará un placer mayor que en los de cualquier otra”, o sea, la elección de pareja que se da por medio del instinto en el hombre es porque “él cree que se esfuerza y sacrifica por su propio placer, cuando lo hace únicamente por la conservación […] de la especie o para que llegue a la existencia una individualidad plenamente determinada que solo puede venir de esos progenitores”13 y determinado todo por la Voluntad.
En pocas palabras, tenemos en Schopenhauer una visión que no es del todo alentadora, el fin del texto es darnos su propio concepto sobre el amor sexual, fuera de tintes idealistas, marcado más por la individualidad y el egoísmo, en el que se dan las condiciones ya establecidas por parte de la Voluntad para perpetuar y mejorar la especie por medio de un tercer individuo, por lo tanto, todo ya es necesario y calculado por medio de la Voluntad, la especie es superior al individuo en tanto que el individuo sólo sigue los impulsos sexuales que la especie ya ha establecido en su fisiología, al hombre no le queda de otra más que resignarse a su impulso, es así que sigue su supuesto “instinto”, que no es sino el designio que le da la Voluntad para perpetuar la especie y mejorarla, es el fin que persigue el hombre pero carece de él por ser el instinto pero de la Voluntad.
En lo personal, considero no estar de acuerdo con el determinismo que está implícito en el texto, porque no se rescata en nada la libertad, sino que todo está determinado por la Voluntad; si bien si se da espacio para el individuo concreto, este se reduce sólo a la perpetuación de la especie, reduciéndolo a un sujeto de puro impulso sexual. Claro que en el hombre hay una parte de perpetuación, pero esta no sintetiza la totalidad de la existencia concreta del hombre, sólo una parte, porque la libertad es un factor importante también e implica el absurdo de su existencia porque “existe un hecho que parece enteramente moral: un hombre siempre es presa de sus verdades. Una vez reconocidas, sería incapaz de desprenderse de ellas. No hay más remedio que pagar.
Un hombre que cobra conciencia de lo absurdo queda ligado para siempre a él. Un hombre sin esperanza y consciente de serlo no pertenece ya al porvenir”14, es decir, en esta cita se da un énfasis en la libertad del hombre y sus acciones morales, porque una vez que reconoce sus verdades no es capaz de desprenderse de ellas, dichas verdades son la conciencia del absurdo, tema que en Schopenhauer no se maneja, sólo se da una conciencia del instinto derivado del impulso sexual, no hay más, no hay consciencia de finitud, cuando se es consciente de lo absurdo de la existencia se queda de por vida atado esa verdad, e incluso “la alternativa es conocida: o no somos libres y el responsable del mal es Dios todopoderoso, o somos libres y responsables, pero Dios no es todopoderoso”15 y he ahí el verdadero dilema.
Por último cabe decir que “si el hombre no tuviera conciencia eterna; si un poder salvaje y efervescente productor de todo, lo grandioso y lo fútil, en el torbellino de las oscuras pasiones, no fuese el fondo de todas las cosas; si bajo ellas se ocultase el vacío infinito que nada puede colmar, ¿qué sería la vida sino desesperación?”16. Por lo tanto, pienso que la desesperación y el absurdo son importantes a la hora de definir al hombre también, sin necesidad de determinarlo y minimizar al hombre a solo impulso. Además con su determinismo el filósofo cancela la libertad del hombre, y la libertad es inherente en tanto que no se puede negar, como se demostró en las citas anteriores.
Para finalizar, si bien Schopenhauer cancela la libertad con el determinismo de la Voluntad, dicho texto es una herramienta útil para darnos una perspectiva más real, sobre lo que es el amor sexual (a fin de cuentas amor), para darnos un criterio más amplio a la hora de que en el hombre ocurra un enamoramiento que pueda mover hasta su átomo más pequeño.
1 Arthur Schopenhauer. “El Mundo como Voluntad y Representación. Capítulo 44 El Amor Sexual”. Editorial Trotta. Madrid: 2003. Pág. 584 2 Pág. 586
3 Ibídem.
Ibídem. Pág. 587
5 Ibídem. Pág. 589
6 Ibídem. Pág. 587
7 Ibídem. Pág 588
8 Ibídem. Pág. 590
9 Ibídem. Pág. 593
10 Ibídem.
11 Ibídem.
12 Ibídem
13 Ibídem.
14 Albert Camus. “El Mito de Sísifo”. Alianza Editorial. Madrid: 2009. Pág. 47 15 Ibídem. Pág. 75
16 Soren Kierkegaard. “Temor y Temblor”. Editorial Losada. Buenos Aires: 2008. Pág. 19
*Articulo publicado en el ejemplar número 50, marzo 2014