Donde por más de 70 años se encontraba un pequeño lago, a un costado del Aulas I, se levanta ahora el nuevo edificio llamando Espacio de Reflexión. El origen de su concepción es el espacio llamando Punto Blanco, que sirvió como espacio de reflexión y relajación para alumnos y profesores.
Este edificio, obra del reconocido arquitecto Alberto Kalach, es parte de los proyectos de transformación del Campus Monterrey. La arquitectura de Kalach se distingue por la calidad en su ejecución y cuidadosos acabados. Además, se caracteriza por el uso de una paleta de materiales naturales que responden a crear “espacios dedicados al espíritu, la reflexión, el deleite y el goce.”1 Sus formas son sobrias y geométricas, bien definidas dentro de una composición de volúmenes, donde predomina el uso del concreto que, como la piedra, es el material ideal para un monumento. El arquitecto comentó en la inauguración ya que “el edificio también es un homenaje a un hombre, así que debe de haber una connotación de monumento”2 pues está dedicado a Don Eugenio Garza Lagüera.
Monumento y espacio de reflexión es solo una parte de la dualidad y los contrastes de este edificio que se caracteriza que estar dividido en dos. Tal pareciera que hubiera sido concebido con este concepto de dualismo llamado yin y yang. El edificio se desdobla en dos espacios que se complementan, pero a la vez son opuestos. Uno abierto y otro cerrado, uno con luz y otro oscuro, uno que se expande y otro que se contrae. Es así que tiene un espacio para el encuentro con la naturaleza, al exterior y otro espacio para la reflexión personal, al interior. Como su mismo autor lo expresa: “arriba es un espacio divertido, fresco, que tiene una vista fantástica, mientras que abajo es un espacio para meditar y estar tranquilos.”3 Además de esta dualidad, el edificio tiene otras divergencias, es sólido pero también cuenta con un inmenso hueco o marco que se contrapone con la consistencia de su propio volumen.
También contrasta con los edificios adyacentes, ya que tiene una composición escultórica abstracta definida por sus formas ensambladas de concreto aparente, mientras que los edificios vecinos se caracterizan por su funcionalidad expresada en las líneas horizontales de sus pasillos y las líneas verticales de sus escaleras. Su acceso principal también tiene muestras de divergencias u oposiciones pues da frente a la Avenida Fernando García Roel y espalda al eje central del campus, por donde los alumnos y maestros transitan. Es como si se quisiera que quien venga del interior del campus se vea forzado a buscar la entrada (haciendo un rodeo entre el jardín y los árboles para poder entrar), mientras que quien venga de fuera, una vez que el campus prescinda de sus rejas, tenga una entrada más franca al edificio (se piensa que eventualmente este sería un edificio público). Una vez frente a la entrada del edificio, dentro de la plaza de acceso, uno tiene que decidir si sube al espacio exterior o si baja al espacio interior. Si uno decide subir, la subida no es directa: hay que rodear el edificio hasta llegar a un muro dorado que marca la entrada. Allí volteamos nuevamente hasta encontrarnos con un espacio abierto monumental con un enorme marco que parece contener al Cerro de la Silla.
Este cerro es el fiel guardián del campus, pues siempre está presente a lo largo de su eje principal y se puede ver desde casi todos pasillos de las aulas del Tec. Sin embargo, aquí el cerro permanece estático, como atrapado dentro de un cuadro o marco que lo contiene. Este marco está formado de elementos de concreto, que en la parte inferior presenta una serie de gradas que forman un anfiteatro. A un costado del escenario se encuentra una fuente que recibe una cascada de agua proveniente de un orificio del techo. Todas las aperturas forman sombras que van variando durante el día, haciendo que el edificio cambie constantemente. Este espacio exterior puede servir tanto como espacio de reflexión como de actividades lúdicas o escenario de diversas representaciones o eventos, hasta el de la foto de generación, como lo mencionó el arquitecto4.
Sin embargo, en este versátil espacio encontramos pistas del espacio interior, ya que en el piso hay una serie de huecos cubiertos por vidrio que sirven de tragaluz para iluminar el interior y que mantienen la interdependencia e interconexión entre ambos espacios. Para llegar al espacio interior hay que regresar a la plaza de la entrada y de allí bajar hasta llegar a la puerta de ese recinto. Aquí, como muestra de respeto, antes de entrar se deben quitar o cubrir los zapatos. Esto representa la señal de entrada a un lugar sagrado, sin embargo, nos encontramos en un vestíbulo o antesala, con un enorme librero lleno de ejemplares que seguramente pertenecieron al Don Eugenio Garza Lagüera. Frente al librero se encuentra un muro de madera, similar al de algunas capillas, y la entrada al lugar de reflexión.
Este sitio es amplio, alto, silencioso y semioscuro, iluminado por unas ventanas de claristorio con vitrales de diseño neoplasticista y un gran tragaluz en forma de cono truncado e invertido que corresponde a la pila de la fuente del espacio exterior. El espacio se siente vacío, pues solo contiene algunas sillas individuales cuyo arreglo puede variar y servir para la reflexión personal o colectiva. Además hay algunos cojines redondos y rectangulares para aquellos que prefieran hacer sus reflexiones en el piso, respondiendo al sentido ecuménico del lugar. Al fondo de este recinto de reflexión, tras enormes cortinas, esta lo que pudiera ser el sanctum sanctorum o lugar sagrado.
Se trata de un pequeño espacio obscuro y alto que contiene un librero chico, una repisa y una silla. Es un estudio vacío que puede simbolizar la presencia en la ausencia de aquel a quien esta dedicado este edificio. Ciertamente este edificio es una obra muy diferente a los demás espacios que ofrece el Campus Monterrey. Responde a una tendencia contemporánea que prioriza la diversidad y la pluralidad, así como a la necesidad de cada individuo de hacer un alto en el quehacer cotidiano y dedicar un tiempo a la reflexión y al autoconocimiento. Así como el lago, que una vez existió en el mismo espacio y servía de espejo o reflejo, se espera que este sitio pueda ayudar a reflejar la imagen, los deseos y las aspiraciones de quien lo visite.
1. Alberto Kalach, entrevista en rueda de prensa, Monterrey, Febrero 19, 2020.
2. Idem
3. Idem
4. Idem
*Artículo publicado en el ejemplar 123 Revista Campus Cultural